Mastropiero
en New York
Florencia Braguinsky. Revista
Somos, 7/11/80
El show
terminó. Sobre la sala totalmente llena flotó un silencio
de treinta segundos. Los artistas (Ernesto Acher, Daniel Rabinovich,
Carlos Núñez, Marcos Mundstock, Jorge Maronna y Carlos
López Puccio) temblaron. Y de pronto la ovación, los bravo,
el delirio. Tuvieron que repetir el final. El éxito no es nada
nuevo para Les Luthiers. Pero el 2 de noviembre debutaron en la sala
Avery Fischer del célebre Lincoln Center de Nueva York 2.700
plateas- y, tanto para ellos como para los diez integrantes del equipo
técnico, fue el broche de oro de un larguísimo año
de preparativos.
El show empezó ese domingo con lo que Les Luthiers llaman la
salida tonta en su jerga humorística: Rabinovich
sale al escenario y durante unos cinco minutos espera, vana y nerviosamente,
a sus compañero, que no aparecen. El gag es una seguidilla de
gestos que culmina cuando, absolutamente intimidado por la demora, Rabinovich
huye hacia bambalinas por la derecha, mientras que por la izquierda
entran los demás. Desde ese primer momento los espectadores muchos
argentinos- supieron cuál sería el espíritu de
la noche. Ya listos para empezar, Marcos Mundstock arrancó con
un aria wagneriana cantada en alemán
con traducción simultánea al inglés por Jorge Maronna.
Siguieron con las Cuatro sonatas para violín,
piano y triángulo (amoroso), en las que el autor de impronunciable
apellido confiesa sus afanes respecto de la pianista (Carlos Núñez),
mientras el marido de ella (Carlos López Puccio) la acompaña
inocentemente al violín. A esta altura las carcajadas estallaban.
Pero el número clave fue Doctor Bob
Gordon shops hot dogs from Boston foxtrot o no, según
ellos-, una versión instrumental del típico jazz caliente
de Nueva Orleáns con de yapa- una demostración completa
de sus instrumentos informales.
Recién en ese momento empezamos a tranquilizarnos,
dijo más tarde a Somos Carlos Núñez. Es
que había muchos nervios en el ambiente y Mundstock (que debía
leer largos textos en inglés) estaba empapado en sudor. Pero
finalmente los leyó con la misma soltura con que habla en castellano.
Al comenzar el recital leyó un manifiesto en el que con
un acento exageradamente londinense- pidió disculpas por sus
problemas fonéticos, ya que el que esto lee no tiene la
menor idea de lo que está leyendo, frase muy festejada.
Luego llegó The Sue Ann lake
ballet, con agradecimiento (y disculpas) al original que lo inspiró,
en el que Mundstock relata cómo es la coreografía imitando
los pasos de baile de cada uno de los personajes. Resultado: desopilante.
Lazy Daisy, plato fuerte del grupo compuesto
originalmente en inglés, fue el penúltimo número.
Todo terminó con el Concierto para
piano y orquesta sinfónica, según el programa: Virtuosismo
instrumental, sonido orquestal suntuoso, riqueza musical y profundidad.
Tememos que usted no sepa cuál de todas estas cosas extraña
más. Entonces se desbocaron los bravo y los
aplausos de pie. A esto hay que sumarle el espaldarazo inusual-
de The New York Times, que el viernes 31 (es decir, dos días
antes del debut) publicó una elogiosa nota del crítico
musical Raymond Ericson, que contó quiénes y cómo
son Les Luthiers en oposición a la línea habitual del
diario, que es comentar los espectáculos después de su
estreno. Habrá otras críticas en los próximos días.
Si son elogiosas, Les Luthiers habrán logrado cruzar las puertas
del máximo mercado mundial del show.