35 años no es nada.
Diario
Clarín, 12 de diciembre de 2002
Hace dos años, Les Luthiers y la Camerata Bariloche llegaron
al Colón. El año pasado, tocaron en La Plata. Van por
más.
Dos potencias
(musicales) se saludan. De un lado, Carlos Núñez Cortés:
dueño de casa, integrante de Les Luthiers, "biógrafo"
del grupo, doctor en Química, coleccionista de caracoles. Del
otro, Fernando Hasaj, talentoso violinista uruguayo; director y concertino
principal de la Camerata Bariloche. Hombre robusto y amable, que viste
ropa formal, es formal, y se siente algo incómodo fuera de su
hábitat, aunque lo disimule con cortesía. Núñez
Cortés lo espera con instrumentos poco convencionales, como un
violín ínfimo (que en manos del atribulado Hasaj parece
liliputiense) y bromas melómanas. "A mi mujer le dicen si
séptima, porque es dominante de mí", dice. Y, antes
de salir al jardín: "A López Puccio le dicen fa sostenido,
porque es sensible al sol".
En el
2000, Les Luthiers y la Camerata Bariloche se presentaron juntos en
el Teatro Colón, a beneficio del Collegium Mozarteum, donde estudiaron,
entre otros, Alberto Lysy, fundador de la Camerata, y Carlos López
Puccio. El concierto se llamó Do-Re-Mi-Já.
Por humor a la música y combinó creaciones de
Bach, Mozart, Bartók o Piazzolla con las del mítico Johann
Sebastian Mastropiero. En diciembre del año pasado, la cumbre
se repitió en el Teatro Argentino de La Plata. Pero El Grosso
Concerto duró poco: la caída del gobierno de De la Rúa
y el caos económico le quitaron continuidad al espectáculo.
A partir de mañana, las dos agrupaciones ambas de 35 años,
ambas veneradas aquí y fuera de la Argentina volverán
a hacerlo en el Luna Park.
Núñez
Cortés y Hasaj se sientan frente a frente, mesa bajita de por
medio, como dos ajedrecistas. Mañana, compartirán escenario
para interpretar la ópera La hija del Escipión, Las Majas
del Bergantín, Concierto de Mpkstroff y Concerto Grosso Alla
Rústica opus 58 de Johann Sebastian Mastropiero, "interpretado
por concertino puneño compuesto por quena, charango y bombo,
y orquesta de cuerdas alternada". Pero ahora cada uno habla de
su repertorio (el de La Camerata incluirá el estreno de obras
de Piazzolla con arreglos de José Bragato) y responde un ping-pong
que muestra simetrías y asimetrías.
¿Qué
fue lo más absurdo que les pasó sobre el escenario?
Núnez
Cortés: Estábamos haciendo una obra llamada
La campana suonerá. Yo tenía que tocar una campana
a unos cuatro metros de altura e inventaba cosas para subir. En un momento,
tenía que serruchar el piso, como en El Correcaminos. Se había
roto el serrucho de utilería y esa noche tuvimos que usar uno
verdadero. Al soltarlo desde la altura, me abrió feo la mano
(muestra la cicatriz, una especie de cienpiés). Sangrando, terminé
la obra. Y les dije a mis compañeros que no podía seguir.
Marcos Mundstock salió primero y pidió un médico.
La respuesta del público fue una gran carcajada. Después
salieron todos y dijeron que era en serio. Otra carcajada y aplausos.
No había forma de convencer a la gente de que era verdad. En
otra ocasión, una mujer alienada quiso subir al escenario mientras
hacíamos Quién
mató a Tom Mc Coffee y también se confundieron
ficción y realidad.
Hasaj:
Estábamos tocando el octeto de Mendelssohn, en Córdoba,
y yo veía que los músicos tenían las caras muy
coloradas. Noté que estaban tentados, pero no sabía por
qué. Había una cucaracha, al parecer de gran tamaño,
que se acercaba a los pies de cada uno. El segundo cello alcanzó
a darle una patada y la mandó hasta el segundo violín.
Pero la cucaracha no se daba por vencida. Suerte que yo no sabía
qué pasaba.
¿Y
cuál fue el instante más emotivo?
Núñez
Cortés: El día en que tocamos por primera vez en el Colón,
el 11 de agosto de 1986. Para nosotros fue, Dios mío, algo
muy emocionante. Recuerdo que lloramos. Entrar al Colón con nuestra
humilde parodia de la música culta... Después de todo,
nosotros surgimos cargando a esta gente, riéndonos de eso, de
ese ámbito que finalmente nos abrió la puertas.
Hasaj:
La Camerata compartió muchos instantes emotivos sobre el escenario:
con Martha Argerich, con Mstislav Rostroprovich, con Jean Pierre Rampal,
con Les Luthiers, desde luego. Y con tantos otros.
¿Existen
prejuicio en el ámbito de la música clásica respecto
de la parodia? ¿Qué significa para Les Luthiers tocar
con la Camerata y viceversa?
Núñez
Cortés: Me pongo en el lugar de la Camerata y me digo que ellos
tienen que cargar con algo y que para nosotros es todo lo contrario.
Presentarnos con la Camerata nos da jerarquía, nos confirma que
lo nuestro es valioso. El pequeño universo de la música
con humor tiene validez desde que Mozart la hizo hasta nuestros días.
Pero me pongo en la piel de Fernando...
Hasaj:
Entre nuestros colegas hay es un sentimento de envidia porque compartimos
escenario con Les Luthiers. Nos divertimos mucho ensayando y tocando
con ellos, y nuestro compromiso es tan grande como cuando tocamos con
Rostropovich. Tratamos de estar a la altura de ellos.
¿Qué
instante, por mínimo que haya sido, les quedó grabado
para siempre?
Núñez
Cortés: La primera vez que tocamos en las Islas Canarias, en
1981, un hombre gritó: ¡El
Teorema de Thales! Y yo, que había escrito esa obrita en
los primeros años de la facultad, como un divertimento, sentí
una rara emoción. En un lugar remoto, ese pentagrama se había
transformado en un deseo, en una flecha que había tirado y que
no me pertenecía más.
Hasaj:
Yo, más que un grito, recuerdo una situación. El final
del concierto con Rostropovich. Con su costumbre de europeo del este,
me dio besos, abrazos, me hizo parar en la tarima, adelante. Llegar
a pensar que era una broma, pero él era así. Para colmo,
le habían dicho que mi apellido era de origen húngaro
y yo no podía convencerlo de que mi padre era esloveno. Rostropovich
me hablaba en húngaro y yo no entendía nada.Probé
con el inglés, el italiano, incluso el esloveno...
¿Tienen
algún ritual antes de subir al escenario, alguna cábala
que los libre de estas situaciones?
Nuñez
Cortés: No. Todo lo contrario. Nombramos a gente de mal agüero,
hacemos un gran repertorio de obras prohibidas, y tenemos hasta silbadores
en algunos espectáculos, algo que es considerado yeta. En la
música hay mucho cabulero, óperas que no se pueden hacer.
Pero nosotros somos positivistas, acometemos contra eso.
Hasaj:
En la Camerata tampoco hay rituales. Antes de subir al escenario nos
preocupan más los distraídos que las cábalas.
Con
rituales o sin ellos, ¿cómo se puede seguir conviviendo
después de 35 años?
Nuñez
Cortés: Lo nuestro es un matrimonio de cinco personas que durante
ese lapso ha pasado por desavenencias, problemas, inclusive radiaciones:
la muerte de Gerardo Masana,
la separación de Ernesto Acher.
Hubo momentos bastante bravos. Pero más factores de cohesión
que de disolución. El éxito es uno. O la sensación
de que los compañeros son buenas personas; sensación que
tiene del resto, porque yo soy bastante malo. Hicimos terapia de grupo
durante 15 años. Pero, ahora, la convivencia se hace más
fácil día a día.
Hasaj:
La Camerata tiene la misma edad que Les Luthiers pero ha tenido recambios
totales. No vamos al psicólogo todos juntos porque serían
sesiones un tanto numerosas. Pero vamos por separado y, además,
tenemos buena convivencia, nos llevamos bien, estamos tranquilos.