Les Luthiers
sumó su exquisito humor
Festival
de música y reflexión / Abono estelar martha argerich,
daniel barenboim, les luthiers (Daniel Rabinovich, Jorge Maronna, Carlos
Núñez Cortés, Marcos Mundstock y Carlos López
Puccio), y ensamble de músicos integrantes de la orquesta west-eastern
divan / Obras: La historia del soldado de Igor Stravinsky (para violín,
contrabajo, clarinete, fagot, trompeta, trombón, percusión
y narrador), sobre texto de Charles Ferdinand Ramuz y El Carnaval de
los animales, gran fantasía zoológica para once instrumentistas,
de Camille Saint-Saëns, con traducción, adaptación,
introducciones y "desarreglos" de Les Luthiers / Teatro: Colón.
Nuestra
Opinión: Excelente
Si después
de la música y sus momentos inolvidables en los dúos,
conciertos y ópera; si después del reencuentro y las emociones
vividas a lo largo de estos días y el espacio de reflexión
propuesto para el domingo, algún condimento podía sumar
todavía una perspectiva más a este "festival Barenboim-Argerich"
que ya hizo historia en la vida cultural de la ciudad, ese condimento
fue el humor. Presentada como la última función del Abono
Estelar, la reunión de los dos eximios pianistas con Les Luthiers
ofreció un programa marcado por la curiosidad y el ingenio característico
del grupo en torno a la música, sobre todo durante la segunda
parte del concierto, dedicada al Carnaval de los animales, cuando los
geniales Luthiers pudieron desplegar sus finas habilidades humorísticas
a lo largo de un guión propio.
En la
primera parte, un conjunto de siete instrumentos dirigidos por Barenboim
(violín, contrabajo, clarinete, fagot, trompeta, trombón
y percusión), junto a Rabinovich (como el soldado), Mundstock
(como el diablo y otros personajes) y López Puccio (como un relator),
"ejecutaron" La historia del soldado de Stravinsky, una pieza
híbrida con texto de Ramuz, cuya intención -no obstante
los giros cómicos aportados por Les Luthiers a partir de los
oportunos añadidos en guiño con la actualidad local- no
terminó de quedar completamente clara. Durante los pasajes narrados,
Barenboim cedió su habitual protagonismo, siguiendo la historia
sentado en una silla a la espera de su turno como director del ensamble.
Un tanto incómoda resultó la entrada de una pareja de
bailarines, Jessica Gómez y Krishna Olmedo, en el número
de tres danzas (tango, vals y ragtime), invitados al escenario por el
propio director que se acercó a bambalinas para ubicarlos en
el proscenio y más tarde, al cabo del baile, también los
acompañó a retirarse llevados de la mano ensayando él
mismo un paso de baile que le mereció un divertido aplauso. Fue
simpático aunque no del todo contundente el resultado entre la
moraleja y las chispas de humor en las voces de Les Luthiers.
En la
segunda parte, en cambio, incorporados ya los dos pianos a la escena,
con Martha Argerich y Daniel Barenboim en el rol de solistas, y un ensamble
instrumental (flauta, clarinete, armónica de cristal, xilófono,
dos violines, violonchelo y contrabajo), el ritmo y la originalidad
de Les Luthiers en ese tipo de humor elegante e inteligente que caracteriza
los guiones del celebrado grupo brillaron en todo su esplendor. La propuesta
aquí consistió en una ejecución "comentada"
del Carnaval de Saint-Saëns, según el análisis detallado
en una tesis académica del legendario personaje de Johann Sebastian
Mastropiero. Las observaciones "críticas y despectivas",
leídas por Mundstock y generadas supuestamente en la envidia
que Saint-Saëns despertó en Mastropiero (que acusa al compositor
del Carnaval de haberle plagiado su obra cumbre, La comparsa de los
bichos, aunque con la astucia de hacerlo quince años antes de
la aparición de la suya), van desmenuzando uno por uno los números
de la suite en un repertorio de la más ocurrente y aguda parodia
musical. Así, por ejemplo, se sucedieron: el número de
las Aves, sobre el cual Mastropiero explicó que mientras su Comparsa
dedica exhaustivamente una pieza a cada especie, en este Carnaval, el
señor Saint-Saëns amontona todas las aves en la confusa
pajarera de una misma jaula; que en el número de los Canguros,
la figuración de corcheas y semicorcheas compuesta por el francés
es obvio que no representa al animalito propuesto, sino más bien
al ornitorrinco, y que Tortugas, que hace escuchar un can-can exasperantemente
lento, mejor debería haberse titulado Perros.
A su vez
que, considera Mastropiero, incluir un número de Pianistas en
un catálogo de animales resulta una broma de mal gusto, respondida
por Barenboim tocando de espaldas y Martha, de rodillas. En el Cucú,
Saint-Saëns comete un grave error, señala Mastropiero, que
se cita a sí mismo como un estudioso de los cuclillos, pues los
mismos, a diferencia de la representación del Carnaval, cantan
en intervalos regulares de cuartos, medias y horas. Mundstock persistió
con la lectura y el resto de Les Luthiers, entretanto, intervinieron
con la ejecución de sus fabulosos "instrumentos informales"
-entre otros: el bajo barríltono, la marimba de cocos, el bolarmonio,
el nomeolbidet y el cellato con el que Hassan Moataz (chelista
del ensamble) se lució interpretando la famosa melodía
del Cisne. Las partes musicales, como no podía ser de otra forma,
resultaron exquisitas en las manos de Argerich (divertida en la secuencia
de explicaciones), y de Barenboim (quien además se atrevió
a intervenciones verbales con un perfecto timing actoral), así
como del excelente grupo de solistas de la Orquesta del Diván,
entre ellos el hijo del pianista, Michael Barenboim, a cargo del primer
violín.
Como obra
fuera de programa -"muy fuera de programa"-, Les Luthiers
interpretaron El explicado, del folklorista Cantalicio Luna,
una suerte de gato con explicaciones de varios términos telúricos,
plenos de esos inconfundibles y tan queridos trucos de gracia que llevan
el sello de Les Luthiers desde la primera hasta la última de
sus notas.
Por Cecilia
Scalisi
La Nación
11-08-2014