Eterno hazmerreír
El grupo de humoristas hoy estrena su último show, que incluye un "compiladito" con lo mejor de sus 47 años de carrera

Rosario - Noche de sábado. La lluvia es torrencial. Acaba de terminar la función de Viejos hazmerreíres y en el hall del viejo Teatro Astengo a nadie parece importarle demasiado cómo volver a casa. El clima es de celebración, se respira felicidad. Las mil personas que llenaron la sala ovacionaron a Les Luthiers, que presentaron su nuevo espectáculo, Viejos hazmerreíres, una brillante antología con parte de lo mejor que han producido en sus 47 años de carrera.

Durante casi dos horas, Marcos Mundstock, Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés, Daniel Rabinovich y Tato Turano (reemplazo de Jorge Maronna, que no estuvo por un pequeño problema de salud, pero se reincorporará en los shows porteños) ofrecieron un menú humorístico exquisito, lleno de corrosión, excentricidad, sofisticación, candidez e inteligencia.

Por el Astengo circuló también esa corriente emocional cada vez más potente que une al grupo con su público, resultado de años de íntima relación. Con gracia y originalidad, Les Luthiers ha ensanchado enormemente en todos estos años las fronteras del humor, un fenómeno palpable en números hilarantes como la zarzuela náutica "Las majas del Bergantín", o la extraordinaria cumbia epistemológica "Dilema de amor", que combina ese género musical de raigambre popular con alusiones a Marcuse, Wittgenstein y Tomás de Aquino.

Ayer desembarcaron en el Gran Rex, donde habrá funciones de jueves a domingos. Los planes incluyen también una gira por España, terreno donde pisan fuerte hace mucho, a partir de septiembre, previo paso por el Teatro Colón -el 9 de agosto- para un evento que pinta imperdible: estarán por primera vez junto con Daniel Barenboim y Martha Argerich presentando dos notables obras de música de cámara, La historia del soldado, de Igor Stravinski, y El carnaval de los animales, de Camille Saint-Saëns.

Este domingo la velada tendrá características especiales. Mundstock cumplirá ese día 72 años, un dato que seguramente incentivará la calidez del público y que también sirve para reactualizar la pregunta por la continuidad de un proyecto que, admiten los propios integrantes del grupo, está entrando en su etapa final. "Nos preguntan eso muy seguido últimamente, pero no nos podemos retirar sin hacer unas cuantas funciones de este espectáculo, ya tenemos un contrato firmado. Tenemos también lo de Barenboim y Argerich en el Colón, vamos a Andalucía en septiembre. Yo creo que hay cuerda para cinco años más", asegura Rabinovich. Pero Núñez Cortés no comparte esa expectativa: "Estoy muy cansado, el cuerpo me está pasando mucha factura. Me duelen las coyunturas y tengo artrosis en las manos, la peor maldición para un pianista. Creo que mi despedida de las tablas está más cercana".

-¿Cómo se imaginan la vida sin Les Luthiers?

Mundstock: -La verdad, lo que imagino es ninguna actividad que me divierta más que hacer un espectáculo con Les Luthiers.

Rabinovich: -Como decimos siempre, vamos a seguir hasta que nos den las piernas. Repertorio nos sobra. Hemos trabajado a lo largo de estos años con temas que aún tienen mucha vigencia, que no han perdido nada de efectividad. Este espectáculo nos da la posibilidad de descansar de la escritura de algo nuevo, que siempre representa un esfuerzo. Elegimos material de sobra, para un espectáculo de dos horas veinte minutos, pero lo dejamos en una hora cincuenta. Las funciones en Rosario sirvieron para terminar de acomodar el show definitivo. Sacamos algunas cosas que nos gustan mucho con lágrimas en los ojos, la idea fue respetar una duración que sea lógica, no agotar a la gente.

-¿Cuál fue el criterio de selección?

López Puccio: -Básicamente, gustos personales. Obvio que buscamos la efectividad que debe tener una antología. Pero esta vez hubo poco despelote entre nosotros para ponernos de acuerdo.

Mundstock: -Cada uno hizo su lista de números favoritos y nos pusimos muy rápido de acuerdo.

¿El público se ríe hoy de lo mismo que se reía hace años?

Mundstock: -No exactamente. Es cierto que hemos perdido algunas complicidades, pero tampoco tantas. Asombrosamente, nuestro público actual se parece mucho más de lo que podíamos esperar al de nuestros inicios. Nos exige el mismo tipo de refinamiento. Aun así, hubo algún número que queríamos incluir en esta antología porque nos gusta mucho y que terminamos descartando porque pensamos que quizá hoy no funcione.

López Puccio: -¡Pero es algo que tiene casi cuarenta años! Marcos habla de "El rey enamorado", que estaba pensado para los cuatrocientos tipos que nos veían en los 70. Ahora estamos frente a una masa enorme de gente, se requiere otra cosa. El pase de un café concert de cuatrocientas personas a un teatro de dos mil te obliga a cambiar el gesto.

Núñez Cortés: -Además, esa obra basaba su gracia en un ingenioso juego verbal, sintáctico. Ahora apuntamos a objetivos más gruesos, es otro contexto.

Rabinovich: -De todos modos, creo que la gente valora muchísimo reírse de una manera inteligente, entendiendo.

Mundstock: -A mí me pasa que cosas que me hacían reír hace unos años, o cantantes que me gustaban mucho, hoy me despiertan otra reacción, un poco más de indiferencia.

López Puccio: -Y hay temáticas que fueron cambiando, así como cambió la moral pública. Hoy hacemos chistes sobre el machismo o la cosificación sexual que en otra época quizás eran muy distintos. Todo depende del entorno. Los chistes sobre la violencia familiar, por ejemplo, siempre se entendieron más rápido en España que en la Argentina porque el tema está mucho más instalado allá.

Rabinovich: -Lo que está claro es que la gente quiere seguir riéndose. Me acuerdo de haber actuado el día de la muerte de Perón.

Núñez Cortés: -Y también dos o tres días después del atentado de Atocha en Madrid. Esa vez nos planteamos como objetivo importante hacer reír sí o sí a esa gente que estaba de luto. Nos preguntamos si era conveniente decir algo antes de empezar el espectáculo y decidimos que no. Esa gente iba a reírse, a pasar un buen momento. Y hubo un in crescendo muy rápido en la función. La gente estaba más apagada al principio, pero después entró en el clima habitual de nuestros espectáculos. Nos sirvió para comprobar que aun en ese contexto prevalecía la eficacia de nuestra propuesta humorística. Hemos actuado el día de la pelea Monzón-Benvenutti o días en los que hubo partidos de un Mundial. La gente que firma el contrato con nosotros lo respeta, sea cual sea el entorno.

-¿Cómo fue trabajar en la época de la dictadura?

Mundstock: -Bueno, ahí tenés: la reacción del público era muy parecida a la de hoy. Estábamos todos cagados, teníamos conocidos y hasta parientes secuestrados o exiliados, pero el humor funcionaba. Nos cuidábamos un poco más, claro. Creo que el secreto fue conseguir con métodos refinados un equivalente en carcajadas al que otros logran usando otros métodos más groseros. El nuestro es un humor etéreo y conceptual, por llamarlo de alguna manera. Eso es un gran orgullo para nosotros.

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