MM: Sin duda, la alucinada personalidad del ingeniero Armand Cerveaux
es fascinante. Su amor por las máquinas convive desordenadamente
con su naturaleza apasionada y poética. Ya de joven escribió:
"Hermosa Isabelle Superbe, disuelves en tu torbellino febril la sustancia
que me nutre..." Conviene aclarar que Isabelle Superbe era la marca
de una licuadora. También vivió un romance con una máquina
tragamonedas, pero la abandonó cuando descubrió que a ella
sólo le interesaba su dinero.
Pero el gran amor de Armand Cerveaux es una computadora. "Tu nombre
es computadora-suele decirle- pero yo te llamo por tu diminutivo: Dora..."
Armand Cerveaux está convencido de que esa computadora, Dora, no
es otra que la reina hechizada de Tropsouvent. Según la leyenda,
su marido, el cruel y celoso monarca de Tropsouvent, encerraba a la reina
en la torre del palacio y la obligaba a usar un cinturón de castidad
con siete cerraduras. Lo único que le era permitido en su encierro,
eran las clases de filosofía que le daba un joven seminarista,
que en realidad sabía muy poco de filosofía, pero en cambio
era un experto cerrajero. La noticia recorrió el reino. Sabios
y estudiosos de todos los rincones del país acudieron a palacio
ansiosos por darle clases a la reina. La reina adquirió una gran
cultura. La tristeza de su rostro dio paso a una plácida sonrisa
y a un extraño brillo en su mirada... La reina tomó clases
de álgebra, laúd, alquimia, teología, resistencia
de materiales, repostería, gramática griega, y hasta un
curso de latín de conversación en grupo. El monarca, celoso
de la sabiduría de la reina, ordenó al brujo de la corte
que la hechizara; y así fue como la bella y sabia reina fue convertida
en un monstruoso artefacto inanimado, que conservaría todos sus
conocimientos, pero que sólo podrían ser descifrados por
aquel que la amara con pureza.
Hasta aquí la leyenda. El poeta e ingeniero Armand Cerveaux está
convencido de que la computadora de su amor, Dora, es la reina hechizada
y que él es el predestinado a descifrar su sabiduría. A
continuación escucharemos la canción que Armand Cerveaux
dedicó a Dora, y en ella a todas las computadoras del mundo. Su
título: "Mi amada es una Máquina"
DR: Te veo por esos campos
en mis sueños cibernéticos
ondeando al viento tus cables
por esos campos magnéticos.
Me
atraviesa una descarga,
un eléctrico temblor,
cuando deslizo mi mano
por tu panel posterior.
Tengo
celos de los hombres
que tu memoria han cargado,
que te dieron sus tarjetas,
que tocaron tu teclado,
excitaron tus circuitos
y aunque sé que no los amas
son demasiados los hombres
con los que has hecho programas.
¿En
qué estarás procesando,
tu monitor, por qué calla?
me estás ocultando algo,
se te nota en la pantalla.
Grábame
algún mensaje
con esa voz digital,
puedes comenzar a hablar
a partir de la señal.
No
contestas mi diskette
¿Por qué no me imprimes nada?
¿No almacenaste mis ruegos
o es que estás desenchufada?
Eres cruel e insensible
al amor que me devora,
eres fría y sistemática,
eres muy calculadora.
Para
todos los demás,
no eres más
que una computadora
que no siente ni palpita.
Para mi siempre serás
simplemente Dora...
Dora... mi computita.
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