MM: Vuelto que hubo Johann Sebastian a su país natal, los Estados
Unidos, se dedicó a la enseñanza, aprovechando las experiencias
recogidas durante su estadía en Roma. Fue nombrado profesor en
la Universidad de Southern North Carolina. Por aquel entonces, conoció
a Ifigenia, bella criatura semejante a un ángel, pero criada
en las faldas del demonio.
GM: (sobre un pedestal) Ella tiene un no se qué.
MM: La
verdad es que ella tenía varios "sí se qué"
perfectamente localizables.
Johann Sebastian e Ifigenia vivieron un apasionado romance, o mas bien
varios. En su honor -de Ifigenia, naturalmente- Johann compuso su malograda
cantata Ifigenia en Brooklyn, obra que ella desdeñó totalmente.
Esto impulsó al joven maestro a un abuso de drogas... barbitúricos...
alcohol... tabaco... alucinógenos... prostitutas... (gesto
de GM de "¡ya es suficiente!")
MM: Su
desesperación fue tal que adquirió la colección
completa de las obras de Wagner.
Una tarde, cuando su mal había hecho crisis, y su único
refugio era el piano...
(GM se desliza por debajo del piano)
... gritó desgarrado:
GM: ¡Iffy!
... ¿Where is Iffy?
MM: Ifigenia
había ido a ver Cavalleria Rusticana
GM: Yo
muriéndome... y ella en los burros.
MM: Pero
como todo en esta vida pasa, también pasó esta pasión
enfermiza del maestro hacia la ingrata. Y Masana comienza a recuperarse.
Su vida transcurre apaciblemente por los carriles fecundos de la paz
y la proficuidad hogareñas, toda su producción es instrumento
de alabanza a los númenes que alimentan su fe y su deseo místico
de trascender los prosaicos lineamientos de la superficialidad cotidiana,
mediante un continuo himno de agradecimiento por el reiterado milagro
de cada instante de vida concedido al amparo del natural amor a la creación,
manifestado en un dulce y suave fluir de su caricia tenue e imperceptible,
otorgada por la divinidad omnipresente e infinitamente bondadosa.
Sus últimos años transcurrieron en una apacible mansión
rural, rodeado por el afecto y cariño de sus discípulos,
sus familiares, sus amigos, sus hijos, sus padres y sus madres.
Seguidamente
se podrá escuchar, en versión de la orquesta de cámara
I Musicisti, bajo la sopapa de Giorgio Dichterliebe Winterreise zeide
Müllerin, la obertura trágica Atlantic 3,1416, perteneciente
a la ópera "Merlo, ciudad feliz".
La obertura que escucharemos a continuación, requirió
un delicado trabajo por parte del maestro, en cuanto al balance sonoro.
Dicho equilibrio, o balance, es tan crítico que cuando toca el
Cornetófono d'amore es virtualmente imposible oír cualquier
otro instrumento; y en caso de tocar el Contrachitarrone, es también
imposible oírlo, aunque toque solo. Aparte hay otros problemas
que Johann Sebastian no ha podido solucionar, por ejemplo jamás
llegó a escribir una sola nota de esta obra, que se ha tocado,
se toca y se tocará con esta aclaración: Sempre ad libitum,
negra 132.
Señoras, señores, con ustedes los músicos.